«Mi hijo no cree en Dios». Si nos preocupa esta afirmación, lo primero que debemos asumir es que no se puede forzar a nadie a adoptar una creencia con la que no se siente identificado. Cada individuo tiene un pensamiento crítico propio basado en sus experiencias vitales y conocimientos. Incluidos nuestros hijos. No obstante, puede ser una decisión difícil de digerir para los padres.
Son muchos los padres que tienen que enfrentarte a esta prueba y, por eso, desde Promosant queremos dar algunos consejos que pueden ayudar a mejorar la relación con nuestros hijos.
Consejos para aceptar que nuestro hijo no crea en Dios
Los hijos son un auténtico reto que nunca deja de sorprendernos. Por encima de sus decisiones, nos gusten más o menos, debemos apoyarles si buscamos ser un punto de referencia y de confianza en su vida. Aunque les hayamos criado en un ambiente cercano a Dios, sus vivencias pueden hacer que opten por otro tipo de caminos igual de válidos y respetables. ¿Cómo podemos interiorizar plenamente esto y hacerles ver que les respetamos en su resolución de abandonar la fe? Aquí van algunos consejos que pueden resultarnos muy útiles.
Conoce el porqué de su decisión
Antes de cuestionar a nuestro hijo o a nosotros mismos, lo principal es saber por qué ha tomado ese camino. Descubriendo sus motivos le comprenderemos mucho mejor y podremos convertir una tesitura desagradable en una opción perfecta para estrechar los lazos. Asimismo, podemos aprovechar para preguntarle si hay alguna posibilidad de revertir la situación, si hay algún cambio que pueda hacerle recuperar la fe perdida.
Dependiendo del motivo por el que haya perdido la fe, podremos abordar el tema de una manera u otra, aunque siempre desde el respeto y la comprensión hacia la decisión de nuestro hijo.
No le presiones
Obligar a alguien a creer es una actitud errónea que no nos llevará a ningún lado. Por el contrario, es mucho más probable que nuestro hijo se sienta atacado y se decante por alejarse, ya no de la religión, sino de su propia familia. Aunque sientas que has sido tú el que lo introdujo en la fe desde el momento del bautismo, ahora él tiene capacidad para tomar sus propias decisiones.
La libertad es un regalo que se nos ha concedido a todos.
No dejarnos abatir por la culpa
Para muchos padres, que sus hijos se alejen del cristianismo supone un gran dolor. Sensación que acaban por transformarse en culpa: ¿qué hemos hecho mal? ¿Hemos pasado algo por alto que podría haber reconducido la situación? Tenemos que abandonar este pensamiento. Como decíamos, cada persona es dueña de su vida y creencias. Como padres hemos participado en su formación; conocen las enseñanzas y, desde una libertad tan válida como la nuestra, han decidido coger otro camino. No somos responsables de la dirección que tome su vida en ámbitos tan personales como la fe.
Renunciar a Dios no es renunciar a ciertos valores
Si hemos criado a nuestros hijos con unos valores positivos fuertes, estos no cambiarán, aunque ya no los ejerciten en nombre de la religión.
Fomenta el respeto mutuo
Igual que tú has aceptado las razones dadas por tu hijo, este debe asumir que vosotros seguiréis manteniendo manifestaciones de la fe. Intenta incluirle en actividades religiosas que habitualmente se practiquen en casa: ir a misa, celebrar la Navidad, regalarle regalos religiosos, etc. Invítalo a acompañarte en estos actos como siempre. Quién sabe, puede que se reencuentre con aquello que había desconectado y empiece a disfrutar de comprar artículos eclesiásticos.
Dale más amor que nunca
Cuando alguien nos ofende, nos daña o decepciona, la reacción natural es tratarle con distancia. En este caso, es ahora cuando más nos necesitan nuestros hijos. La fractura que se ha abierto puede convertirse en una rotura definitiva si no la tratamos con cariño, amor y respeto entre las dos partes.
Apóyate en Dios
Es en los momentos de flaqueza cuando más debemos recurrir a nuestra fe. No nos dejemos llevar por una actitud egoísta: antes que hablar con Dios de nuestro dolor, pidámosle por nuestros hijos, aunque ya no se sientan amados por Él. Deposita tus preocupaciones y deja que te consuele como ha hecho en tantas otras ocasiones.
Mi hijo no cree en Dios, es un pensamiento y una realidad difícil de asumir. Sin embargo, con el respaldo de la fe y el amor de nuestra familia podremos superar el escollo.