La historia del Cuarto Rey Mago es una de las leyendas más interesantes relacionadas con la Navidad. Aunque no aparece en los Evangelios, esta tradición ha sido transmitida a lo largo de los siglos, inspirando a generaciones de creyentes con su mensaje de fe, sacrificio y servicio a los demás. Este relato, popularizado por el escritor Henry Van Dyke en su cuento El Otro Rey Mago (1895), nos invita a reflexionar sobre el verdadero espíritu de la Navidad. Acompáñanos a descubrir quién era este misterioso rey y por qué su historia sigue conmoviendo corazones en todo el mundo.
La historia de Artabán: el cuarto Rey Mago
El inicio del viaje: Artabán, el cuarto rey mago
Según la leyenda, el Cuarto Rey Mago se llamaba Artabán. Al igual que los tres Reyes Magos que conocemos (Melchor, Gaspar y Baltasar), Artabán era un sabio astrónomo que vivía en Persia y que pasaba sus noches observando las estrellas, buscando señales divinas. Un día, vio una estrella brillante que anunciaba el nacimiento del Rey de los Judíos, el Mesías. Convencido de que debía rendir homenaje al Salvador, decidió emprender un viaje para llevarle tres regalos: una esmeralda, un rubí y una perla, todas de incalculable valor.
Artabán acordó reunirse con Melchor, Gaspar y Baltasar en un punto del camino para realizar juntos su travesía hacia Belén. Sin embargo, antes de partir, vendió todas sus posesiones para adquirir los regalos y prepararse para el largo viaje. Lleno de fe y entusiasmo, se dispuso a cumplir su viaje.
El retraso que cambió su destino
Camino al lugar de encuentro, Artabán se encontró con un hombre gravemente herido a un lado del camino y su corazón compasivo lo llevó a detenerse para ayudarlo. Aunque sabía que esto podría hacerle llegar tarde a su cita con los otros Reyes Magos, no dudó en quedarse y ayudarle a recuperarse. Cuando finalmente llegó al punto de reunión, descubrió que Melchor, Gaspar y Baltasar ya habían partido hacia Belén.
Decidido a alcanzar a sus compañeros, Artabán utilizó parte de su dinero para comprar provisiones y continuó su viaje solo. Sin embargo, a medida que avanzaba, otros encuentros lo fueron desviando y retrasando de su camino original. En cada lugar al que llegaba, encontraba personas necesitadas, y su corazón generoso lo impulsaba a ayudarlas, utilizando para ello las joyas que había reservado para el Mesías.
La llegada tardía a Belén
Cuando Artabán llegó finalmente a Belén, descubrió que Jesús y su familia habían huido a Egipto para escapar de la persecución del rey Herodes. Desolado, Artabán decidió seguir buscando al Niño Jesús. Su viaje lo llevó a recorrer diferentes lugares, siempre con la esperanza de encontrar al Mesías y entregarle el regalo que aún conservaba: la perla.
A lo largo de los años, Artabán dedicó su vida a ayudar a los demás. Su búsqueda del Salvador lo transformó en un servidor incansable de los pobres, los enfermos y los marginados. Aunque nunca encontró a Jesús en persona, su fe y su amor por los demás le dieron un propósito divino.
El encuentro final: el verdadero regalo al mesías
Según la leyenda, Artabán llegó a Jerusalén el día de la crucifixión de Jesús. Al ver a la multitud congregada, comprendió que el Mesías estaba siendo llevado al Calvario. Con el corazón lleno de esperanza, trató de llegar hasta Él, pero en el camino encontró a una joven que estaba a punto de ser vendida como esclava. Sin dudarlo, ofreció su última posesión, la perla, para comprar su libertad.
En ese momento, un terremoto sacudió la ciudad, y Artabán fue herido gravemente por una piedra que cayó del techo de un edificio. Mientras agonizaba, se lamentó por no haber cumplido su misión de entregar sus regalos al Mesías. Sin embargo, en sus últimos momentos, escuchó una voz que le dijo: «En verdad te digo, todo lo que hiciste por uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hiciste por mí» (Mateo 25:40). Con estas palabras, Artabán comprendió que había servido al Salvador a través de su amor y sacrificio por los demás. Murió en paz, sabiendo que había cumplido su propósito.
La historia del Cuarto Rey Mago es un poderoso recordatorio de que el verdadero espíritu de la Navidad no está en los regalos materiales, sino en el amor, la generosidad y el servicio a los demás. Artabán nunca llegó a entregar sus joyas al Niño Jesús, pero ofreció algo mucho más valioso: su vida al servicio de quienes lo necesitaban. Este relato, cargado de simbolismo, nos invita a reflexionar sobre cómo podemos convertir nuestras acciones cotidianas en auténticos regalos para Dios y para los demás.